Esa noche llovía
El silencioso estupor de esta noche
(quien quiso ser la última y no sería)
espera combatir mañana contra el día,
cuando las mismas nubes ya no derrochen
ni más lluvia, ni desidia, ni más humillación.
La angustia consecuente es la agonía
del amor, de los pájaros y de la mía
soledad, que ya no es sólo sensación.
Pues se hace realidad y me destroza,
y desanima los ejércitos del alba.
La tensión de mi desnudez morosa
le permite, a ese hombre que solloza,
se agarre de su angustia y de esa calma
para entender que el amor es otra cosa
hijo, claro que el amor es siempre otra cosa, siempre desacomoda, siempre abre, no necesita quedarse con nada. Siquiera con la soledad ¿pero quien sabe? Hay soledades como estas que invitan al tumulto. Habría que desconfiar de ciertos espejos que solo son capaces de mostrarnos lo sublime de lo sacrificial. Tiene que seguir siendo además de eso; otra cosa. A veces mi miseria mayor esta en solo ser capaz de escucharme a mi mismo. Espero que en mi siempre haya lugar para esperarte, para creerte y para acompañarte en esta navidad.
orlando said this on 24 de diciembre de 2009 a 1:38 |
Arena de cielo
brillante camino de alba
en senderos invertidos
en degradé lineal
siniestro contraluz invisible
pared de huellas y soledades
lamentos a destiempo
un reflejo de códigos infinitos
de estrellas ideales
de sonidos de atardecer
calma
calma frente a su magia absoluta.
bar said this on 30 de diciembre de 2009 a 22:27 |
[…] tardé un mes en hacerle la crítica, y se la hice en forma de poesía. Algo semejante pasó con“Esa noche llovía, aunque aquí nadie pidió una crítica de mi parte. Es que Bruno Cappello no hubiese tenido ganas […]
Epílogo de los primeros 50 « al buen vino said this on 13 de febrero de 2010 a 11:10 |